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No se pierdan Coco… ¡y lleven pañuelos! Yo opino

No se pierdan Coco… ¡y lleven pañuelos!

Alejandra Valle
Por : Alejandra Valle Periodista, porteña. Conductora de televisión, editora de revistas, con un largo currículum en diversas plataformas de información. Directora en www.elmostrador.cl/braga @siliconvalle
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La última película de Pixar con la que había llorado fue Intensamente. Lo había hecho antes con Buscando a Nemo, Toy Story 2 y, sobre todo, con Up. Cada una de ellas me había llevado a decir, qué maestros que son… ¡se pasaron! Pero luego vinieron otras, segundas (Buscando a Dory) o terceras partes (Cars 3), que no lograron pararme los pelos.

Coco… bueno, nos hizo recuperar la fe. Lloramos mi hija, sus dos amigas y yo durante largos minutos. Me vi de repente repartiendo pañuelos. Es que llega directo al corazón, haciéndote pasar por un carrusel de emociones, de la risa al llanto y de la sorpresa emocional a la locura visual.

Basada en esa hermosa tradición mexicana que es el Día de los Muertos, colorida, de una mágica animación desde los créditos, Coco cuenta la historia de Miguel Rivera, un niño que ama la música, pero que nació en una familia de zapateros que la desterró de sus vidas luego de que su tatarabuela fuera abandonada por un maldito músico, que fue capaz de poner sus deseos artísticos sobre su familia.

Es el Día de los Muertos y Miguel quiere ir tras sus sueños. Así es como llega al otro lado, al mundo de los muertos, donde quienes partieron siguen existiendo gracias al recuerdo de los que aún están vivos.

Al otro lado, en inesperados giros (bueno, hay un par que se pueden adivinar, pero eso no le quita emoción a la película), Miguel aprenderá a valorar a los suyos, a valorar su vida y a entender que no todo lo que brilla es oro. Aprende de lo bueno y de lo malo, mientras busca a su tatarabuelo, el famoso cantante Ernesto de la Cruz, en compañía de un simpático vagabundo, Héctor, quien está a punto de ser olvidado y con quien Miguel se compromete a ayuda mutua. La voz de Héctor está, tanto en español, como en inglés, en manos del mexicano que triunfa en Hollywood, Gael García Bernal.

Si bien en el país azteca, temieron que Coco echara a perder las tradiciones, la verdad es que la película está hecha con gran respeto, incluso yo diría que con admiración.

Los directores y guionistas Lee Unkrich y Adrián Molina, hicieron una extensa investigación, que comenzaron hace seis años y medio. Ambos viajaron a la zona lacustre de Michoacán, los pueblos de Pátzcuaro y Janitzio, famosos por sus coloridas celebraciones del Día de Muertos. Allí entraron en las casas de familias mexicanas y conocieron la colorida flor de cempasúchil, a la que dieron un brillo especial en la obra. Entre 2011 y 2013, visitaron los Estados de Guanajuato y Oaxaca, y conocieron el mundo de los alebrijes, los coloridos animales inventados por un artesano mexicano, que Disney ha llevado a otro nivel gracias a su tecnología de animación.

Dos consultores de origen latino y una constante asesoría de los mexicanoestadounidenses que trabajan en la gran industria de Mickey Mouse, resultaron fundamentales para que Unkrich captara las sutilezas de la cultura local. La abuela de Miguel lo amenaza con una chancla, como sucede en muchos hogares, y el primer contacto que el menor tiene en el mundo de los muertos es con funcionarios. Los mexicanos no se libran de la burocracia ni en la muerte.

Con todos esos ingredientes, se entiende que Coco (que de debe el nombre a la bisabuela de Miguel) se haya convertido en un éxito de taquilla en México: el filme de Pixar se elevó, cinco semanas después de su estreno, como el más visto en la historia del país.

Los mexicanos se dieron cuenta que más que enojarse o preocuparse de que los gringos se apropiaran de una de sus tradiciones más importante, deben sentirse orgullosos, porque uno sale de la película amando la cultura del país azteca, deseando ser parte del Día de los Muertos, admirando esa veneración que tienen por los ancestros y la familia, las catrinas, Frida Khalo, El Santo y su escuincle, algo así como nuestro quiltro.

Es que en ese entorno loco y colorido, es donde Miguel y la película crecen, porque el mundo de los muertos es un paralelo del mundo de los vivo y ahí nuestro protagonista se da cuenta de las injusticias, de la importancia de la familia y de preservar ciertas tradiciones. Es ahí también cuando varios empiezan (o empezamos) a llorar. Así que, no te olvides de esta recomendación, lleva pañuelos, hay momentos en que las lágrimas no pararán de caer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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