Nuestro país ocupa la posición 119 de 144 países evaluados en el índice de participación y oportunidad económica para las mujeres, calculado por el Foro Económico Mundial. La Comisión Nacional de Productividad (CNP) entregó 14 recomendaciones para mejorar estos índices-
Durante esta semana el presidente de la Comisión Nacional de Productividad, Joseph Ramos, dio a conocer los datos de la Participación Laboral Femenina en Chile (PLF) la cual es la peor de Sudamérica, y la segunda peor en América, sólo superada por México. De hecho, está más cercana a los países de la cultura Islam que a los que conforman la OCDE.
La falta de cooperación en la crianza de los niños, poco acceso a estudios y el ser las depositarias de la responsabilidad de cuidar a la familia, dejan a muchas mujeres fuera del mercado laboral.
Sin perjuicio de la evolución que ha tenido la PLF en Chile -de 31% en 1990 a su nivel actual de 48%- sigue siendo bajo si lo comparamos con Latinoamérica (55%) , incluyendo los en vías de desarrollo (52%), y por cierto mucho menor a la tasa de los países desarrollados de la OCDE (61%), liderada por los nórdicos (65%). El máximo mundial lo tiene Islandia con un 79%, el cual es incluso mayor a la tasa de participación laboral masculina en Chile (71%).
Esto tiene una influencia importante tanto en la macro, como en la microeconomía de nuestro país. Es así como de alcanzar la participación femenina un porcentaje de 61% y más (como en los países desarrollados de la OCDE) se incorporarían 900.000 mujeres adicionales a la fuerza de trabajo, esto aumentaría en un 6% el Producto Interno Bruto del País (PIB).
Además, ya que la carga tributaria en Chile es algo más de 20% del PIB, aumentaría la recaudación tributaria en US$3.000 millones al año aprox. Lo que permitiría financiar, por ejemplo, salas cunas para todas las madre que trabajan o el equivalente al incremento en costo de la educación universitaria gratuita para el 100% de los jóvenes.
En cuanto a la microeconomía familiar el impacto es importante, ya que fomentaría la movilidad social. En efecto, un segundo aportante al ingreso familiar es la forma más rápida para que una familia bajo la línea de pobreza salga de ella o para que una familia con un ingreso mensual de $500.000 pase a clase media, con un ingreso familiar superior a $750.000.
El presidente de la CNP hizo hincapié en que “esto no solo se trata de que más mujeres trabajen por el mero hecho de ‘trabajar’, sino que es algo mucho más profundo. La importancia de incorporar a la mujer al mercado laboral formal, no solo se sustenta por temas de Derechos Humanos e igualdad de género, sino que además es muy relevante en términos económicos y de bienestar”.
En el diagnostico del Chile actual las diferencias entre la participación femenina versus masculina en el mercado laboral se ven reflejadas además en las brechas en remuneraciones por trabajos similares, número de mujeres en directorios, cargos gerenciales, representación política, etc.
Es por ello que, tras una investigación, la Comisión Nacional de Productividad entregó el documento “14 recomendaciones para elevar la participación femenina y mejorar la calidad de vida del país”, haciendo un llamado urgente a que se implemente una política que eleve la participación femenina económicamente: