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Dispuesta a todo por ser flaca Yo opino

Dispuesta a todo por ser flaca

Sandra Arriagada
Por : Sandra Arriagada Sandra Arriagada Guionista Univisión y TVN. Escritora Random House. Comunicadora Duoc UC y periodista UAHC. Master en Dirección de la Empresa Audiovisual y Doctorando en Comunicación Universidad Carlos III de Madrid. Feliz madre, trabajadora, hija, hermana y amiga. @sandrarriagada
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Hace un tiempo El Mostrador Braga comentó un artículo de Revista Paula donde se hablaba de los peligros de la liraglutida, un medicamento inyectable para la diabetes mellitus que está haciendo furor entre las chilenas, pues su side effect es la falta extrema de apetito. Esto, que puede ser muy beneficioso para diabéticos o personas que sufren de obesidad sobre 30 IMC, no lo es para quienes tienen un ligero sobrepeso, pero las eternas buscadoras de flacura express ya la descubrieron y es tanto lo que abusaron de ella, que ahora la ISP lanzó una alerta y el mercado negro vació los estantes de las farmacias, para acaparar lo que queda y fijarles el precio que sea pues por pasar de una talla 44 a 38 en un mes, muchas mujeres pagan los 200 mil pesos que vale, y mucho más si está escaso.

Los médicos están molestos porque cada vez que esto pasa -la historia está llena de estos casos- se revienta el stock y por tanto, el medicamento sube de precio y hay que ponerle regulaciones más complejas a la venta, creando un problema para los que realmente lo necesitan, que ya no sólo tendrán que disponer más presupuesto mensual para éste, sino además deberán pagar por ver al doctor cada vez que repongan dosis.

Dice el médico de la PUC Carlos Vera: “Cada cierto tiempo ocurren desastres provocados por estos medicamentos mal usados, donde las personas que caen en esto, los consumen indiscriminadamente sin importarles las consecuencias. Y en el caso particular de la liraglutida, van desde pancreatitis, insuficiencia renal, cardiaca y pensamientos suicidas, hasta la muerte. Pero tú hablas con las consumidoras y no es que no estén conscientes de las secuelas futuras. Es que lo que a ella les importa, es el aquí y el ahora”.

[cita tipo=»destaque»] A nadie le importaron en su momento los peligros del dietilpropión en los 80’s, que provocaron brotes psicóticos por doquier. O la fenilpropanolamina y sus hemorragias cerebrales. El Mazindol de los 90s y las fallas renales. La sibutramina reinó el 2010 y también los infartos y la depresión por abuso del medicamento. [/cita]

Flaca aquí y ahora

El aquí y el ahora es la razón por la cual a nadie le importaron en su momento los peligros del dietilpropión en los 80’s, que provocaron brotes psicóticos por doquier. O la fenilpropanolamina y sus hemorragias cerebrales. El Mazindol de los 90s y las fallas renales. La sibutramina reinó el 2010 y también los infartos y la depresión por abuso del medicamento. Y sin ir más lejos, el Orlistat, que muy permitido será, pero digamos las cosas claras: se basa en provocar una diarrea persistente que obliga a usar pañales. ¿En serio es tan importante estar flaca, como para aguantar eso?

Al parecer, para el 79% de las chilenas, estar delgada es sinónimo de éxito laboral, amoroso y social. No se habla de contextura atlética, saludable ni cuerpo armónico conforme a estatura. Se habla de delgadez. En lo ideal, entrar en el percentil 18 de grasa y, por supuesto, talla S.

Hace unos días, en un conocido estelar de la televisión chilena, vimos a una impactantemente bien mantenida actriz de 48 años, quien declaró abiertamente que su figura era delgada per sé… con el detalle que era naturalmente inapetente. Puede que sea una realidad para ella y probablemente no le interese ser referente para nadie, pero el hecho es que twitter se llenó de comentarios tipo: “¿Vieron? No se puede ser delgado sin dejar de comer”.

Se abrió un gran debate en la red del pajarito azul, donde la mitad eran personas alarmadas y/o criticando sus dichos, y la otra mitad eran hombres que alababan su figura, que importa que sea inapetente, eso es irrelevante. “¿Viste gorda? Así podrías estar, si cerraras la boca”.

Y ahí va la mujer, avergonzada, a pesar de que su cuerpo es resultado de tener hijos y el del caballero criticón echado en el sofá, de las cervezas. Sin embargo, la vara es alta para nosotras y cortísima para ellos, y así ha sido por décadas.

Dice C.M, mujer de 40 años, dueña de casa, madre de tres hijos, divorciada: “Mi ex marido está como bola y encontró polola altiro. Y eso es porque a los hombres se les exige menos. De inmediato tiene chances de rehacer su vida amorosa. Pero una que es mamá y trae “mochila”, si además estás suelta, gorda, no tienes tiempo para ejercitar ni conocer personas… ¡Qué más te queda sino ponerte regia y así, poder volver a ser feliz!”

Para las mujeres, la felicidad está relacionada con el aspecto físico 3 veces más que para los hombres. Ser flaca es sinónimo de éxito laboral y amoroso. Flaca, no atlética. Flaca. Y rápido porque si no veo resultados, me frustro.

Pues con ese paradigma, jamás llegaremos como género al binomio más simple del mundo: deporte + dieta saludable. No hay más secreto. Pero eso requiere constancia. El tiempo, una siempre puede hacérselo. Entrenar en casa o corriendo en la calle, es posible chicas. El tema es que volver a sentir un cuerpo saludable y en armonía no es igual a cuerpo famélico. Pero somos nosotras quienes debemos rechazar esos paradigmas, decirle no a las campañas publicitarias con modelos de tallas imposibles, siguiendo modas siniestras como el “thigh gap” (adelgazar tanto los muslos que quede un espacio entre ellos) o ab crack (bajar tanto el nivel de grasa y a su vez, ejercitar tanto el abdomen que aparece literalmente una rotura en medio) ¿Cómo se logra deformar el cuerpo así, si no es ayunando como un monje?

Celebrar la inapetencia es un error. Buscarla mediante medicamentos, es un suicidio lento y persistente. Llegar a los 80 después de haberse auto infringido tanto experimento, nos hará lamentarnos el resto de nuestra vejez. Y de verdad chicas, por gustarle al resto, llegar a anciana con el cuerpo hecho pedazos, no lo vale.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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