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Historia de un acoso callejero: un abusador, dos víctimas y la decisión de tomar la justicia por sus propias manos Yo opino

Historia de un acoso callejero: un abusador, dos víctimas y la decisión de tomar la justicia por sus propias manos

Mariló Gómez Tormo
Por : Mariló Gómez Tormo Mariló tiene 45 años, es orfebre y trabaja en administración contable. Llegó al continente hace poco más de dos años desde Rapa Nui con sus hijos. Desde que llegó a Santiago participa activamente en la lucha por la dignidad del ser humano, apoyando la lucha de los estudiantes y, por sobre todo, los derechos y la dignad de la mujer.
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Como un día cualquiera y con mucha pega, salí tarde del trabajo. Pensaba que, por lo menos, me podría ir sentada en la micro, sin embargo, la situación fue otra: paradero lleno. Logro subirme al bus del Transantiago, que iba bastante lleno, y decido no avanzar mucho, pensando en los lanzazos. Me quedo parada en el pasillo entre el chofer y la primera puerta.

Después de un rato de recorrido, sube un caballero, o un hombre que hasta ese minuto pensé que lo era. Estaba equivocada. El muy asqueroso me mete la mano, manoseándome, y me susurra: “Qué raja más rica…”.

Mi primera reacción fue mandarlo a la mierda y tirarle un manotazo. Cuál fue mi sorpresa al ver, en ese momento, cómo le mete la mano a una niña de entre 14 y 16 años, que iba parada un poco más allá. Ella quedó como paralizada y la pobre como que no reaccionaba.

A mí me entró una furia, pensando en cuántas niñas más pudieron haber sido abusadas por este desgraciado. Así que empiezo a gritarle: “¡Degenerado, asqueroso, púdrete!” y otros improperios que no vale la pena repetir. En esto yo, muy alterada, escucho que le dicen al chofer: “¡Para la micro! ¡Párala weón!”. Y 3 o 4 cabros de aproximadamente 18 años, bajan a este desgraciado. Yo lo colgaría de las bolas. Ellos comienzan una pateadura de aquellas.

[cita tipo=»destaque»] Cuál fue mi sorpresa al ver, en ese momento, cómo le mete la mano a una niña de entre 14 y 16 años, que iba parada un poco más allá. Ella quedó como paralizada y la pobre como que no reaccionaba. [/cita]

La pobre chica se pone llorar y un poco más allá se baja. Yo, con el corazón en la garganta y nerviosa por todo lo que se vivió en la micro, no puedo dejar de pensar en esos 3 o 4 cabros anónimos que nos apañaron, que no están de acuerdo con este tipo de abuso ni ninguno que denigre a la mujer. A estos cabros la impotencia se los comió y le dieron la pateadura del siglo a este enfermo de la cabeza, degenerado, asqueroso.

Me desahogo con mis amigas en un grupo de whatsapp. Todas me mandan cariño y comienzan un debate sobre si ante una situación como ésta, es mejor denunciar en Carabineros o hacer justicia ciudadana. La verdad es que mientras no exista la Ley de Acoso Callejero, la mayoría cree que lo segundo es más efectivo. Y, a pesar de que no estoy de acuerdo con la violencia, agradezco desde el fondo de mi corazón el apañe de esos jóvenes anónimos que nos defendieron de un abusador, que hoy camina libremente, quizás hasta tomando otra micro, pero que al menos pensará dos veces antes de volver a abusar. #NIUNAMENOS

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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