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Tv machista: sesgados, bárbaros, moralistas y perplejos Yo opino

Tv machista: sesgados, bárbaros, moralistas y perplejos

Luis Breull
Por : Luis Breull periodista, consultor de medios, académico UC
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No resulta curioso que en el contexto actual de Chile, algo enrabiado, politizado a su modo, lleno de sobreentendidos y omisiones, con ciudadanos que expresan juicios personales sobre cualquier cosa -con o sin conocimiento profundo, aunque no exentos de soberbia- tengamos dos campos mediáticos concomitantes y de amplia resonancia para estas disputas: la TV abierta y las redes sociales. Si miramos a Estados Unidos –con Chile como su alumno modelo- un 40% de los contenidos que circulan por twitter refieren a algún programa de TV.

Este panorama se agudiza si nos toca un verano plagado de incendios de todo tipo y se carga la pantalla local con infinitas disputas y polémicas, las más de ellas intensamente intrascendentes, pero no menos vistosas.

Hablar de TV hoy es un tópico algo raro en la medida que se va radicando con mayor velocidad en audiencias envejecidas, pobres y principalmente femeninas. Un fenómeno que lleva al menos unos ocho años de aceleración constante. Seis a siete personas que ven esta pantalla hoy son mujeres. Uno de cada cuatro es de la tercera edad. Y tres de cuatro son pobres o clases medias emergentes. “Es lo que hay…” es una frase frecuente en el ámbito de la gestión del negocio televisivo.

Por lo mismo, construir el sentido del debate público mediante los contenidos circulantes por estas vías puede llegar a ser tan práctico como tóxico. Práctico en la medida que los defensores del mainstream o lo masivo y convencional crean que así uno no se queda fuera de las conversaciones y los temas. Tóxico por lo que resulta de efecto indirecto, subjetivo y constante en el tiempo de creer que por decir una opinión se está preparado para entenderlo todo, para juzgarlo todo, y que los contenidos circulantes como impresiones de realidad realmente valen la pena para dotar de sentido a la vida social.

No en vano, Umberto Eco –poco antes de morir- afirmó que es de buen gusto no salir en televisión y que las redes sociales como twitter propiciaron la “invasión de los idiotas”, porque dieron el mismo derecho a enjuiciar la realidad a un premio nobel que a un imbécil. Algo que el poeta Diego Maquieira proyecta a internet como el “gran basurero de la humanidad”.

No se trata de ser sólo crítico frente a estos medios. Por eso es interesante ver cómo se construye un campo de batalla frente a cada polémica –sincera o fabricada- que involucra a la TV.  Especialmente durante el último tercio del verano, donde el Festival de Viña concentra la atención de quienes pertenecen a estas industrias, y a la gente que no tiene otros panoramas más interesantes que hacer para matar el tiempo.

Así emergen nuestros sesgos y encuadres preferidos para “pasar por el cedazo” esta realidad mediática, como sucedáneo de la realidad pura y dura, donde parece reinar el sinsentido incluso hasta para los segmentos de élite y del poder. Entonces, ante la incapacidad de dotar de sentido también a las ideologías clásicas –más por desconocimiento práctico que por obsolecencia- hoy la batalla de los géneros emerge como bandera de lucha frecuente y en cualquier segmento social. Aunque se hace más fuerte en las clases medias y los adultos jóvenes conectados, preocupados, pero no menos individualistas. Por eso, circuló la interrogante del grado de machismo que carga la pantalla televisiva local. Machismo a la hora de asignar roles, pagar sueldos, diseñar looks, generar dinámicas de interacción, jugar a ser buenos o malos.

No deja de ser curioso que mientras más se desdibujan los cánones tradicionales de concebir qué es y qué implica lo masculino y lo femenino en los roles cotidianos de nuestras vidas privadas y públicas, más se tomen estos términos como bandera de lucha para defender o denunciar las más diversas situaciones sociales.

Es así como ante una realidad compleja, ambigua, contradictoria, incierta y muchas veces errática, quedamos perplejos, pero aferrados a nuestros propios sesgos y cánones morales adquirimos en nuestra infancia y que reafirmamos en la adultez. Cuestión que no invalida seguir opinando, cuestionando, evaluando todo, esta vez con el megáfono virtual de las redes.

No hay duda que Chile es machista, aunque menos intenso que en las sociedades musulmanas. Pero también tiene cada vez más feministas abriendo debate, así como otros movimientos minoritarios o emergentes de reivindicación social o cultural.

Por eso, puede haber machismo implícito en la TV, como lo está en un grado más profundo en la sociedad en su conjunto, incluidas las mujeres. Las mismas que le dieron la espalda a una teleserie como “No abras la puerta” (TVN), que reivindicaba –con un pésimo nivel de producción y talento- el rol empoderado de las mujeres actuales en defensa de sus congéneres y denunciaba el feminicidio. ¿Qué pasó? Qué las mismas mujeres, esos componentes amplios de las audiencias televisivas, fueron seducidas por el más machista y misógino de los personajes de teleseries que se hayan visto en Chile en los últimos años… Onur en “Las Mil y Una Noches” (MEGA).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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