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Ciudades secundarias se roban el protagonismo Inmigración

Ciudades secundarias se roban el protagonismo

Manchester, San Francisco y Barcelona se han convertido en los lugares que cada día más atraen a la gente con su cultura única y heterogeneidad. Y es que en un mundo cada vez más conflictivo y amenazado por atentados, la celebración a estas metrópolis nos lleva a preguntarnos ¿por qué las ciudades secundarias se están llevando el primer lugar?


Por  Janan Ganesh*

“Soy americano, nacido en Chicago”, – con estas cinco palabras Saul Bellow comienza su novela Las Aventuras de Augie March. La euforia picaresca que envuelve la novela, cuyo éxito se impuso en 1953, transformó a su autor en un talento digno de Premio Nobel y estableció que los inmigrantes tenían las mejores historias, que la jerga de la calle podía coincidir con el lenguaje académico, además de cambiar la manifestación artística para siempre.

El Chicago que describe Bellow reveló otro aspecto importante, que volvemos a encontrar en la Barcelona de Gaudí, o, en Manchester más que en ningún otro lugar. La mayoría de los avances culturales relevantes surgieron en ciudades que no necesariamente son las más grandes o glamorosas del país. Las ciudades que llamamos secundarias suelen ser las primeras en términos de arte y literatura. Aquellas superiores en tamaño y esplendor – ciudades como Londres, Nueva York – absorben las innovaciones, e incluso sus mentes maestras, por el simple hecho de ser uno de los pesos pesados del mundo. Fue por eso que Mozart tuvo que abandonar Salzburgo para ir a Viena, sin embargo, no deberíamos olvidar de dónde surgió su genio.

Siempre que un ataque terrorista afecta un lugar, alabamos su reputación y sus logros. Al igual que con nuestra reacción frente a sucesos como estos, las buenas intenciones también compiten con una lógica confusa – ¿Acaso la violencia hubiese sido más tolerable si el sitio fuese un desierto cultural? Aún así, la celebración a Mánchester es adecuada ya que ésta podría apelar a ser la ciudad más creativa del mundo en relación al número de habitantes. Estamos al tanto de sus históricos equipos de fútbol, su gran cantidad de buena música, además de su contribución al marxismo y libre comercio. Sabemos que sirvió como cuna de la industria europea – el equivalente moderno al momento en el que la primera célula viva se separó del caldo primigenio.

Pero, ¿Por qué? – ¿Por qué las ciudades secundarias muchas veces están a la vanguardia? ¿Por qué se apropian las ciudades principales de las cosas, en vez de inventarlas? ¿Por qué se convirtió San Francisco en el centro del movimiento por los derechos de los homosexuales? ¿Por qué nacieron en Detroit la legendaria discográfica Motown y la música House? Y, ¿Por qué la ciudad de Mánchester crea maravillas más allá de lo que su tamaño permite?

Sus habitantes deben saber mejor, no obstante, es posible que sea precisamente su distanciamiento de las metrópolis lo que les otorga a estos lugares una ventaja creativa. El estatus alternativo, junto a la independencia, que en el fondo es la ausencia de poderes mayores, incentivan a actuar – a diferencia de vivir en las ciudades grandes.

Aquellas ciudades crean, debido a, y no a pesar de la dominancia de otros. En el caso de Barcelona, el espíritu rebelde y la política van de la mano. Aunque, en la mayoría de los casos el distanciamiento es producto de la lejanía geográfica o la desigualdad económica.

Hasta yo reconozco, dentro de mi chovinismo londinense semejante al de un guardián de la Torre de Londres, que cierto tipo de arte sólo puede provenir de las ciudades secundarias. Un buen ejemplo son las obras Poderes Terrenales y La Naranja Mecánica de Anthony Burgess, el mejor escritor en la historia de Mánchester. El secreto es ver el mundo desde una perspectiva diferente, como si perteneciera a otras personas – lo que, en todo caso, no es tan mentira si se vive fuera de las capitales. Todo esto resulta en una percepción y expresión auténtica de la vida. Burgess dijo alguna vez que los oprimidos son “los grandes inventores de la jerga”, una reflexión Bellowiana, quizás la más Bellowiana que haya, y eso que no fue redactada por él.

Las grandes ciudades, por su parte, también aportan con obras – pero siguen siendo menos de las esperadas o, en otras palabras, menos de las que deberían producir. Están mal acostumbradas por su grandeza y ventajas a nivel estructural. Como un monopolio tecnológico que está a punto de comprar una empresa prometedora, pueden contar con la llegada de talento ajeno. Esto las convierte en ciudades ideales para vivir, aunque el mérito de su vitalidad se pueda rastrear a otro lugar. Lo puedo observar en mis amigos: algunos de los más “londinenses” llegaron de ciudades más al norte.

El milagro que estas ciudades sostienen es la combinación del inconformismo con un aspecto más cercano a su contrario. Representan a la nación de una manera que las ciudades grandes no pueden. Mánchester, por ejemplo, es una ciudad muy diversa, sin embargo, se identifica de inmediato como ciudad británica, quizás hasta más británica que Londres mismo por su ingreso promedio y posición central. La última línea sensacional de Las Aventuras de Augie March (“Lo cual no muestra de modo alguno que no haya habido América”) es típica de un autor que trata abarcar todo el espíritu de una nación en sus obras. No sería tan creíble si Bellow se hubiese criado en Nueva York.

Algo parecido sucede con The Smiths, una banda de Mánchester, que para muchos es la más inglesa de todos los tiempos gracias a su ironía, su estilo único y su talento subestimado. O el pintor LS Lowry. Sus obras ultrarrealistas, siempre situadas dentro de la ciudad y sus afueras, resonaron bien en la población británica. Londres, por otro lado, con su ambiente extraterritorial, puede que tenga muchas historias que contar, pero ninguna de ellas abarca la nación entera. La magia de las ciudades secundarias yace en la unión armónica de lo fascinante con lo conocido.

*Traducido por Simon Carvajal HeckeleTraducción Inglés Español Universidad Arturo Prat de Iquique (UNAP).

 

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