Publicidad
Los ciclistas engreídos son la clave para una ciudad sin contaminación Medio ambiente

Los ciclistas engreídos son la clave para una ciudad sin contaminación

A nadie en Londres le caen bien los ciclistas. Aunque algunos lo finjan y otros los toleren en teoría, a nadie le gusta toparse con un ciclista real en la calle. Y esto tiene tres razones: 1) Los ciclistas son una amenaza pública, 2) Se ven chistosos, 3) Son engreídos. Desde los barrios Whitechapel hasta Westminster, ni siquiera los mismos ciclistas se aguantan. Nadie los quiere. Sin embargo, ellos son el futuro – más vale que lo sean – ya que no contaminan. (En algún momento Londres tendrá que decidir entre la emanación y los ciclistas). Y es tiempo de hacer las paces.


Por Alexander Gilmour*

Varios conductores pintan a los ciclistas como si fuesen desconfiados por naturaleza.  Por otro lado, los ciclistas podrían sentirse menos paranoicos si los automovilistas dejarán de botarlos de sus bicicletas. Si fuese por mí, Londres sería una ciudad netamente ciclista. Todos los cafés serian mitad local, mitad taller de bicicleta. Los buses se podrían quedar, pero nada de autos privados y emanación, sólo aire fresco como el de campo. Y armonía. Bajo estas circunstancias hasta yo andaría en bicicleta. Lamentablemente, aún no hemos llegado a ese punto.

A menudo oigo que debo esforzarme por ser un peatón prudente.

Normalmente camino al trabajo sin problemas. Camino por la vereda y no choco con nada. No obstante, el viernes pasado me convertí en un problema para un transeúnte que cruzaba la calle cerca de la escuela Hackney City Farm. Al pasar muy cerca de un hombre de tercera edad que llevaba un bastón, intenté esquivarlo, pasando a llevar el bastón en el proceso. No cayó a la calle, pero sí en el pavimento. Fue una situación bastante incómoda para todos.

Dado que el ciclismo es mucho más aterrador que eso, jamás me motivaría a practicarlo. Sé que no es seguro al verlo desde la seguridad (relativa) del pavimento. Incluso en las vías exclusivas para ciclistas. A veces observo como pasan por el Puente de Southwark – con sus cabezas bajas, inmersos en la seguridad de su vía exclusiva – hasta que se acaba. Entonces, parecen más bien ñus que se apartan de la manada.

Por supuesto, la seguridad es un tema que preocupa a ambas partes. La razón principal por la que nadie en Londres quiere a los ciclistas es que todos temen que podrían matar a uno. Sin duda, los conductores imprudentes son una amenaza pública. Sin embargo, los ciclistas que ignoran un semáforo en rojo en la avenida Bishopsgate son casi igual de peligrosos. Con los audífonos puestos, estos individuos temerarios juegan a la ruleta rusa. Me marean, al punto que me salen palabras bastante ofensivas, pero poco oíbles.

Eso no significa que me pueden faltar el respeto sin pensarlo dos veces. De hecho, el mes pasado iba camino a casa, cuando de repente sentí un fuerte zumbido detrás de mí. Al escuchar el sonido, me voltee justo para presenciar cómo un ciclista perdía el control de su bicicleta aterrizando unos metros más allá en la tierra. Estaba muy molesto y sentí lástima por él, hasta que comenzó a reclamar. Exclamaba que yo había virado en su dirección, y quizás haya sido verdad. Aunque, si el giro realmente ocurrió, fue dentro del famoso mercado Old Spitalfields Market, y si fue adentro, entonces no se permite andar en bicicleta. Le comencé a sacar en cara esto.

Mi víctima dijo, ¿“sabes cuál es tu problema, socio”?

Yo respondí, “No”.

A lo que él dijo, “Eres un maldito”, y le agregó la palabra que supuestamente describe mi problema.

Tal vez tenga razón; recuerdo muy bien haber andado en bicicleta dentro de un supermercado, de esos que abren las 24 horas. Era el año 2004, y estaba en clases de actuación, lo que, claramente, no es una excusa. ¿Qué podría ser peor que salir a buscar un poco de repollo nocturno y encontrarse conmigo dando vueltas alrededor de las frutas y los vegetales?

Andar por la vereda es parecido a andar en un espacio cerrado. A pesar de que comprendo aquellas personas que temen transitar por la calle, condeno la vulneración del espacio peatonal. Es como si dijera, “No me interesa el resto, soy un inconformista”. Y a nadie le cae bien ese tipo de personas.

El ciclista que no usa casco es despreciado por diversas razones. Una de ellas es que no tiene sentido. No usar casco es un signo de vanidad, sin embargo, los ciclistas de por sí tienden a verse ridículos. Hasta el ciclista profesional Bradley Wiggins se ve un poco extraño, e incluso flaco, en su bicicleta y eso que estamos hablando de Wiggo. ¿Qué le quedará al resto de nosotros? Sólo piensen en los ciclistas “Boris”, que inevitablemente se parecen al ministro Boris Johnson cuando van camino al trabajo. O los desdichados Mamil (middle-aged men in Lycra – hombres de edad media en lycra). También tenemos al chico dispositivo, al que le encanta poner una cámara en su casco y hacer sonar su silbato. Imagínense aquellas criaturas con bicicletas plegables. La mejor forma en la que puede estar esta bicicleta es doblada. Desplegada es una maleza.

Desde luego, nada de esto se disputa – ciclistas, que cruzan en rojo o se parecen a Boris, fácilmente se transforman en la imagen pública de oprobio. Les serviría para mejorar sus relaciones públicas si se arreglaran un poquito y obedecieran a las reglas. Aún así, la gente los seguiría odiando. Es por la envidia. Los ciclistas son ecológicos, saludables y se ven bien desnudos. A nadie le gustan las personas que cuentan con estas propiedades, ya que suponen que también deben ser engreídas. Existe una sola solución – Londres se debe cambiar por completo al ciclismo. Cada hombre, mujer y niño. Es el único camino hacia la paz.

*Traducido por Simon Carvajal Heckele, Traducción Inglés Español Universidad Arturo Prat de Iquique (UNAP).

 

Publicidad

Tendencias